RECONCILIACIÓN CON LOS RÍOS

Un año más, el Día Internacional de los Ríos sin Presas nos recuerda que los ríos son las venas de nuestros paisajes, de nuestros territorios, de nuestros pueblos y ciudades y que su estado y conservación son un buen crisol con el que medir nuestra sensibilidad hacia el medio ambiente y calificar cómo es el estilo de desarrollo por el que estamos apostando.

En el año 2016, según la Directiva Marco de Aguas, nuestros ríos han de afrontar un examen a nivel europeo en el que se evaluará su estado de salud. Lamentablemente, en nuestro país, de realizarse el Plan Hidrológico Nacional, poco más que una lista de cadáveres fluviales podríamos presentar a esa prueba.

El mal uso que estamos haciendo de nuestros ríos ya nos está pasando factura: la reciente crecida del Ebro, un ciclo natural de este querido río, ha tenido unas consecuencias más graves de las achacables al propio aumento de caudales, como desde la Fundación Nueva Cultura del Agua y otros foros universitarios se ha señalado. Las defensas y motas establecidas irresponsablemente y la invasión de terreno del río por construcciones y cultivos que nunca debieron haber estado allí, han servido para evidenciar el desconocimiento que nuestros gobernantes y brazos ejecutores tienen acerca de las corrientes fluviales y su comportamiento.

Vivimos en perpetuo conflicto contra nuestros ríos. En el siglo XXI, en altas instancias se ratifica la insistencia en el aprovechamiento del agua matándola previamente en grandes embalses, desatendiendo criterios cualificados que, además de advertir de los riesgos de las macropresas para las poblaciones y el hábitat, denuncian la falacia del regadío como pretexto para degradar los ríos a fábricas de kilovatios. Jugar contra la naturaleza, aunque se haga en nombre de un presunto interés general, es alinearse en el bando perdedor: la progresiva extinción de especies autóctonas suplantada por la aparición a gran escala de otras alóctonas e indeseables, como el mejillón cebra -para cuya extinción no existe solución a corto plazo-, delata que nuestros ríos están enfermando gravemente por el mal trato a que les están sometiendo el progreso descerebrado y la desatención de la administración.

Patrimonio cultural, identidad, economía estable, igualdad de oportunidades para la diversidad de las comarcas... todo eso pueden generar nuestros ríos si nos reconciliamos con ellos, si olvidamos el Pacto del Agua, si analizamos desapasionada y honestamente las necesidades y las posibilidades para atenderlas. No condenemos a nuestros ríos a quedar sepultados en tuberías para trasvases, ni estrellados en el paredón del hormigón. Reconciliémonos con los ríos, llevemos su cultura a las escuelas, a la sociedad en general y, tras la noche de imposiciones irreversibles, despertemos para luchar contra la especulación con que los depredadores del agua expolian este recurso, engañan a los menos reflexivos y nos enfrentan a unos con otros.

En esta jornada, recordamos especialmente a cuantos han sufrido y sufren por causa de la intolerancia y el caciquismo en materia hídrica y expresamos nuestro rechazo al llenado de Itoiz, al menosprecio de los valores y potenciales del Camino de Santiago -amenazado por el recrecimiento de Yesa-, a las conspiraciones contra el Gállego, a la obstinación en fulminar al Ésera en Santaliestra, y a cuantos desmanes hacia los ríos campan en estos momentos por entidades que, bajo apariencia de diálogo, continúan cerradas al debate y a la transparencia.

En el Día Internacional de los Ríos sin Presas, en Zaragoza, viernes 14 de Marzo de 2003, brindamos por mantener nuestros ríos vivos y firmamos este manifiesto EBRO VIVO-COAGRET y ANSAR.

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